AMAR A CIELO DESCUBIERTO

 




Amar a cielo descubierto es el anti amor romántico, decadente, en el que dos personas se encierran en sí mismas sin otra perspectiva ni visión que la de sus paredes. Es el árbol que solo da dos ramas con escasas hojas y de raíces débiles. El amor patriarcal, posesivo, vinculado a la propiedad privada de los sentimientos es justamente el promotor del fracaso del amor exclusivo monógamo contrario, quizá, a la propia naturaleza de los seres vivos. Ella nos brinda sus frutos generosamente para que los vivamos, los compartamos, nos alimentemos. Nosotros, por contra, nos lo apropiamos y más allá de ellos no sabemos ni siquiera utilizarlos adecuadamente. Esto trasladado al amor nos explota en la cara con una realidad que nos dice ¿qué te impide hacer crecer el árbol de la vida basado en el amor a las personas? ¿qué te impide hacer que tu árbol contenga diversas ramas, todas ellas conectadas entre sí desde la raíz a la hoja? Sin semilla no hay árbol, y en ella se contiene todo desde la raíz. Cuando plantamos desde abajo hacia arriba crece y según se alimente será más o menos frondoso. Alimentar ese árbol de la vida es hacerlo con y desde el amor, desde el sentimiento no exclusivo de poder y querer amar a varias personas a la vez y que, además, entre ellas puedan amarse también. Esto hace saltar por los aires todos los planteamientos clásicos y va mucho más allá de una mera relación abierta trascendiéndola. La relación abierta te dice tú puedes estar con alguien y yo con alguien distinto, persona desconocida si acaso como algo casual pero no te habla de amar a varias personas incluso del mismo sexo. En las relaciones a cielo descubierto que proclamo se habla de amor a las personas que pueden tejer amistad, que pueden conocerse entre ellas, que todas saben de todas y se pueden acostar con todas sin retener a nadie, sin prohibir o imponer el modo de amar. Cuando hay intercambio de pareja desde el amor mutuo la relación es plena, cuando forma parte de un negocio swinger solo es negocio para unos y pasatiempo aventurero para otros. Trascender eso es que tú en tu casa puedes compartir lecho, ilusiones, esperanzas, sentimientos con más de una persona sin necesidad de esconderle a la otra persona que es así. De esta forma nos cargamos las culpabilidades, los falsos engaños, el autoengaño, la represión interna, la hipocresía social, y la falta de libertad. También pasamos por encima de la desconfianza y los celos posesivos. No es fácil ni mucho menos desprenderse de un patrón anclado profundamente en nuestras células que han envenenado nuestra forma de sentir y que, a su vez, también la de pensar haciéndonos creer que la fidelidad es solamente realizable bajo el paraguas de la monogamia. En absoluto es así. Fidelidad es a la amistad, a ese amor, a la relación transparente, a los principios de honestidad. Si alguien deja de atraerte o al revés no pasa nada, no hay drama o no debiera haberlo. Una hoja se cae y no por ello muere el árbol. Lo importante es mantener vivo al árbol, al amor en el caso y a sus raíces y entonces las relaciones transversales pueden ser duraderas y estables no tanto por su formato de cotidianidad sino por el encuentros gozosos a la luz del cielo donde nadie se siente desplazado, molesto, engañado. Las relaciones dejan tener una sobrecarga de emociones tóxicas para darles aire, savia nueva, renovación como cada otoño las hojas de árboles se caen para luego dar nueva vida en primavera. La vida es cambio y el cambio evolución, es nacimiento, crecimiento, florecimiento, maduración, muerte para la renovación y atisbar nuevo comienzo.

Cada día que amanece es una nueva historia, cada amor que aparece en la vida es una historia de complementos y no de suplir a nadie. Nos complementamos las personas con sus energías y es ahí donde quizá, entonces, tenga sentido la leyenda del hilo rojo porque la leyenda te habla de dos energías (dos personas) pero eso no impide que esas dos energías, a su vez, estén conectadas, ramificadas entre ellas con más energías. Porque es lo que somos, energías que confluyen en un espacio y tiempo, que se vinculan por afinidad más que por creencias o patrones forzados. La afinidad es lo que nos marca, nos lleva como el viento a la otra persona o nos trae de ella su fragancia, su esencia. Alguien puede venir a verte, a estar contigo sabiendo que ambas partes se atraen pero, también, se comparten sin más, sin culpabilidad ni engaño porque, en realidad, no hay mejor visión que la que tenemos a plena luz del día, a cielo descubierto sin nubarrones de dudas, sin miserias emocionales, con alegría. Si alguien acude a ti porque quiere saber de ti, estar contigo, relacionarse sexualmente contigo debe saber claramente que no es el único sentimiento porque, en realidad, ambas partes saben sin decirlo que ninguno de los dos son la única en su vida. En lugar de ocultar la luz del sol mejor saber que dará sombra, que se proyecta prolongando la forma original sin alterarla. Amar a cielo descubierto, aquí y ahora, hace que ese cielo tenga sentido al dejarnos contemplar a todos por igual sus estrellas, nubes, planetas y que el agua divina caiga, asimismo, por igual para cualquier árbol de vida.

 

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