BARCO ANCLADO NO NAVEGA

 


Un barco anclado es la antítesis de su función, la metáfora del conservadurismo de una estructura mental concreta. Es la metáfora de una parte de nuestra existencia y, por tanto, sobre ello es la reflexión.

Los descubrimientos no se llevaron a cabo desde la inacción, la evolución desde el adormilamiento o el letargo. Navegar por el océano de la vida implica riesgos, enfrentarte a tormentas, turbulencias marinas, tempestades que te alejan de tus objetivos de ir a puerto seguro sobre la ruta trazada. Esta metáfora es válida para cualquier situación análoga en la vida. Es aquello que decimos de lo que pudo ser y no fue, quiero pero no puedo o puedo pero no quiero, es el subterfugio de lo pretendidamente seguro. Entendemos que es mejor que nos arrastren de puerto en puerto sin tener que tocar nuestro propio timón, sin preocuparnos de la carta de navegación ni del cuaderno de bitácora para anotar incidencias ya que lo harán por mí. Entendemos eso mejor que asumir que el barco es nuestra vida, que nuestra vida no le pertenece a nadie externo, que si delegamos nuestra responsabilidad es por miedo al cambio. Sí, miedo atroz a lo nuevo, a descubrirte y descubrir otras posibilidades vitales, otros mundos. Preferimos que nos coma la herrumbre de la ignorancia no avanzando en el conocimiento, no avanzando en la sabiduría. Preferimos dar una mano de pintura, maquillar el barco para presumir que está dispuesto en lugar de ponerlo en el varadero para limpiarlo a fondo. Esto, en nuestro plano humano, se debe hacer cotidianamente mediante la reflexión, la observación, la honestidad con nuestro ser interno, la alianza con el destino y tomar la decisión impulsado por el viento de la confianza, por el de la esperanza en salir a flote. Nuestro barco puede encallar porque no está a salvo de la tempestad, puede -incluso- volcar y hacer que naufraguemos sometiéndonos a una dura prueba de aislamiento del mundo en una isla nada paradisíaca y llena de incógnitas pero, al final, si tenemos esa actitud de querer salir del naufragio sucederá que un día alguien te remolque para que recuperes tu barco, o sea tu vida, y puedas seguir navegando camino del puerto de los sueños posibles. Entonces estarás más cerca que nunca de decir mereció la pena aquella tormenta que me arrastró porque mi rumbo no era el adecuado

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