JAMÁS DIGAS NUNCA


 Nunca y jamás se pueden oponer entre sus términos y percepciones. La vida es el resultado de una alianza con el destino pero desde esa libertad interna de aceptar o no las reglas del juego donde cada cual juega con sus dados.
La vida es movimiento, el movimiento es cambio, el cambio es evolución pero la evolución no siempre garantiza el verdadero progreso. Nada más que observar la realidad para comprender lo que escribo. Pero como tal movimiento perpetuo, eterno, afirmar categóricamente nunca y jamás puede quedar en nada, en palabras expresadas desde una voluntad volátil o desde la no consideración de factores externos motivados por el azar como parte del juego matemático que somos y al que nos sometemos.
Ya en la antigüedad se sabía que el cambio es lo único que permanece, que es inmanente a nuestra naturaleza y de ahí que yo exprese aquí "jamás digas nunca" si bien existe otra frase quizá más sonada que es la "nunca digas jamás". Hago un filibusterismo dialéctico para decir lo mismo desde otro lado. No desde una posición apriorística sino desde la consideración de sumisión al destino cuando éste tiene mejores planes para uno. No existe un determinismo cerrado y es desde ahí desde donde debemos entender la frase, las dos frases que unen una misma idea. La de la futilidad, la de la fragilidad del tiempo que vivimos como si fuésemos cometa de papel a merced del viento. Dejamos atrás ilusiones pero no perdemos renovarlas, dejamos atrás vivencias pero experimentamos nuevas, dejamos atrás la infancia pero no a ese ser interno que aún sigue creciendo como el niño, dejamos atrás nuestra ciudad pero nuestra raíz, dejamos atrás gente tóxica y ahí ganamos libertad. Siempre que no dejemos atrás nuestra dignidad, responsabilidad, sentido de lo justo, el amor profundo por la vida, la capacidad de aprender, estaremos abonando el terreno para resucitar emergiendo de las cenizas cual Ave Fénix.
Si algo debemos aprender es que nunca y jamás tienen un valor relativo cuando uno conserva su esencial naturaleza que es lo verdaderamente importante y ese no valor nos pone a prueba cada vez que tenemos que adoptar una decisión sea cual sea. Puede ser que al decir nunca y jamás nos estemos cerrando a una experiencia gratificante, a un nuevo amor, a un nuevo camino porque el miedo a experimentar nos paralice. Pero puede ser, por contra, que nos lance a fortalecer nuestra dignidad debilitada y perdida por momentos, a recuperar el camino del que nos desviamos... ¿Qué es entonces nunca y jamás si no el resultado del movimiento del río de la vida donde todo fluye, cambia, se mueve, para que el agua de un río no sea la misma un minuto después?

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