HÁBLAME CON LOS OJOS (del corazón)


 Al parecer Cicerón expresó que el rostro es el espejo del alma y los ojos sus delatores. A partir de aquí damos por buena la aseveración sin caer en la cuenta que existen 314 millones de personas en el mundo con discapacidad visual y eso, creo, que puede tirar abajo dicha frase si tenemos en cuenta que las personas con esta discapacidad difícilmente pueden hacernos llegar emociones a través de la mirada aunque sí a través del rostro. O sea que aquí los ojos no delatan más que la situación. Pero con la salvedad expresada, para situarnos en el mapa de la realidad, voy a trascender este planteamiento porque, también, en el título de este artículo va la verdadera intención de la idea a desarrollar. Se trata, ciertamente, de hablar con los ojos porque ellos dicen de nosotros más de lo que creemos. El lenguaje no verbal es mucho más importante e interesante que las palabras tan necias en muchas ocasiones. Una rabia contenida, un estado de enfado, una alegría que darte, una sorpresa por comunicar, una insinuación erótica, un acto de aprobación o reprobación, una comunicación silenciosa, todas ellas pueden darse -y se dan- con miradas desde quienes tienen los ojos físicos disponibles para ello pero, paradójicamente, no solemos prestar atención a las señales que emitimos o recibimos de nuestras miradas a través de los ojos si es desde un plano sutil. Ya sabemos que las emociones de alegría, tristeza, enfado, indiferencia, hartazgo, son bastantes localizables en el contexto del rostro humano incluso aunque tengan la discapacidad visual ya que, haciendo buena la aseveración de Cicerón, es el rostro el espejo del alma. Pero mi pregunta entonces es ¿qué ojos pueden ser delatores reales de nuestro yo interior? Como vivimos en un mundo de apariencias nos quedaremos en el envoltorio, o sea en el ojo como órgano actor de la mirada pero si queremos adentrarnos en las profundidades del ser humano, de la persona interlocutora nuestra que guarda secretos, que evade respuestas, que anhela estar contigo pero no se atreve a decirlo, no podemos mirarla simplemente con nuestros ojos. Tenemos que sentirla, o sea verla con todos los sentidos donde la vista se fundirá con el resto y al sentirla íntegramente estaremos abriendo un canal de comunicación más allá de la comprensión racional regido por la sabiduría interna. De ahí que no es más ciego quien no ve sino quien no quiere ver. O sea quien no quiere ver, permaneciendo en la ignorancia, su proceso de cambio, su metamorfosis, quien rehuye la responsabilidad de sus actos, quien para no ver inclina su cabeza para no tener que decidir el camino en la encrucijada, quien se miente a sí misma intentando calibrar con la mente lo que no le pertenece, quien pone la vista en el foco equivocado desviando la mirada como quien desvía el cauce de un río. En la meditación zen no se mira, se observa con el cuerpo porque tú tienes los ojos semicerrados en ángulo de unos 45 grados. En la contemplación te dejas llevar por lo que ves sintiéndolo, formando parte de ese paisaje. Pero si quieres desarmar a alguien su sistema de seguridad dile que te hable con el corazón que son los verdaderos ojos del alma. En él reside la verdad, es la guía maestra de nuestro cuerpo en sus inclinaciones naturales. Dile a esa persona que tienes enfrente o al lado, o que te llama para no verte (se usa mucho la mensajería por esto mismo) que te hable siempre con los ojos del corazón.

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