EL FUEGO Y LA GASOLINA

 


Cuando dos se sientan a querer resolver un problema seguramente encontrarán la solución al problema, cuando no hay voluntad entonces el problema es la solución. O sea buscamos el problema para justificar nuestra actitud refractaria y nula de empatía, con afán de vasallaje.

Que nadie se rasgue la vestidura a día de hoy si en un conflicto una potencia invade a un país soberano, porque se llame como se llame la potencia y cualquiera que sea el país soberano la actitud de potencia es la misma: arrogancia, expansionismo imperialista. Esto ocurrió en la historia de la humanidad incontables ocasiones y referentes históricos tenemos sobradamente. Los imperios, y sus secuaces, mantienen un patrón de conducta respecto a su área de influencia. Es la supremacía, el dominio expansionista, la humillación al sometido, la inversión de papeles apareciendo como víctima en lugar de como verdugo, la actitud canalla. Comienza el todo vale de la lógica de la guerra porque aquí la lógica es el negocio inherente a la misma y sabemos perfectamente quiénes pierden seguro, que es el pueblo, la gente común que ha dejado su destino en manos de psicópatas, sátrapas, ladrones corruptos... Sabemos seguro quiénes pierden (o perdemos) pero no tan claro quiénes ganan nítidamente aunque, quizá, siempre se atisba. Gana quien más tiene pero, también, quien se arrima al fuego para echar gasolina y mantener ardiendo el problema en lugar de enfriarlo.

Entrar en una dinámica de buenos y malos en una guerra es caer en una peligrosa dicotomía o dualidad puesto que en la guerra ya se ha perdido la humanidad. El problema real es por qué se llega a ese punto, cuál es su recorrido desde el inicio, por qué se deja correr dicho problema en lugar de atajarlo, qué intereses mueven a los países en litigio pero, de la misma forma, qué intereses mueven a quienes apoyan al invasor o al invadido. No me jodan con vainas de defender la democracia que no me la creo, eso es pura hipocresía. No es nada personal, solo negocios es una frase mítica de películas de mafiosos (El Padrino) y a buen seguro que en cualquier guerra, llámenle conflicto bélico, el negocio está servido. Solo hay que echar una ojeada a los conflictos de los últimos años: Yemen, Afganistán, Irak, Libia, Siria... Qué potencias están detrás, qué intereses comerciales hay en juego (la excusa "democrática"), qué empresas se han beneficiado de estos conflictos y aún lo siguen haciendo, qué Estados han intervenido, cuál ha sido el precio internacional pagado por un conflicto inventado como el de Irak donde nunca hubo armas de destrucción masiva. En realidad habría que preguntarse sobre los motivos auténticos, reales, veraces, y no sobre los que luego -mediante campañas mediáticas de desinformación- intentaron colarnos. La verdad tiene un camino, un recorrido más largo o corto y al final vence aunque, claro está, a costa de miles de muertos y economías hundidas, mucho más en una economía globalizada de la que, por cierto, habría que ir replanteándose cómo modificarla para no depender de ella. Pero lo cierto es que en una guerra, por eso mismo, la primera víctima es la verdad. 

Así, pues, si yo quiero solucionar un problema debo buscar soluciones y eso significa exactamente no echar gasolina al fuego, no mantener una actitud incendiaria de la que no puedo esperar más que continuos problemas. Si en un conflicto se apuesta por el invadido a la par que asfixiando al invasor debe haber, asimismo, otra lógica diferente a la del clásico negocio de la guerra de envío de armas porque esa lógica, de la misma forma, está contribuyendo al incendio. Cuando la diplomacia no tiene cabida, cuando el diálogo ha muerto, solo queda el precipicio. Si a ese lugar solo fueran los gobernantes con sus armas yo les daba de patadas en el culo hasta hacerlos caer pero el problema es que no caen ellos, caemos los de abajo con nuestros muertos. Si la comunidad internacional no tiene capacidad para el diálogo, para ir a las causas de un problema, para buscar soluciones pacíficas aunque firmes, entonces convendrán conmigo que es un desastre, es un fracaso anunciado. Y aquí, quizá, puede que radique una de las claves sobre las que luego no miramos porque se trata del fracaso como humanidad en toda su extensión. Nos quieren adentrar en el relato de buenos-malos, de apoyo al débil, de defensa de la democracia liberal (??) mediante la movilización del aparato propagandístico al efecto a través de medios de desinformación como prensa, radio, televisión, redes sociales. Solemos tragarnos el discurso bélico con mucha facilidad porque se juega con las emociones de la gente. No te van a decir que el interés de los "buenos" es hacer negocio y tampoco te van a decir que es el mismo interés del "malo" invasor  porque la coincidencia sería brutal y el relato se vendría abajo. Esto creo que lo llaman geoestrategia. O sea el interés de un área geográfica determinada por su especial interés económico llámese energía de gas, nuclear o petróleo, llámese reserva de agua, llámese la ruta del opio o la cocaína, llámese enclave militar privilegiado para mantener privilegios. Los antiguos imperios romano, persa, mongol, griego, fenicio..., ya nos mostraron las "bondades" de la geoestrategia bélica llegado el caso, marcaban el camino de la posterioridad, de los imperios omeya, otomano, francés, español, portugués, británico, belga, alemán, italiano, zarista ruso, estadounidense... Y vuelta a empezar. Yo tengo una máxima y es que los pueblos que no tienen memoria no merecen ser recordados, pero aquí la memoria, además, suele ser frágil cuando entendemos que solo puede apagarse un fuego echando más gasolina. Alguien mucho más sabio que yo llamado Ghandi (Mahatma =alma grande) decía "No hay camino para la paz, la paz es el camino".

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