PUNTO DE INFLEXIÓN

 




Se dice de un punto de inflexión que es el que anuda un cambio de tendencia, una modificación en el sentido de la curva. En términos existenciales en nuestra vida nos encontramos, de forma constante, con puntos de inflexión, un punto que llamamos cero, de reinicio, reseteo, nuevo ciclo. Todo se mueve aunque no lo parezca y los puntos existenciales de inflexión forman parte del movimiento desde la quietud. Podemos ascender o descender, evolucionar o involucionar, andar en una dirección o la contraria porque, en realidad, el punto de inflexión marca un antes y un después en nuestro proceso vital sin que le pongamos etiqueta "bien" o "mal", simplemente se produce un cambio y la cuestión es cómo lo abordamos, cómo lo gestionamos y con quién o quiénes lo vamos a compartir. Porque es muy importante elegir los momentos y las personas para que ese punto pueda llevarse a cabo con mayor o menor acierto, incluso elegir circunstancias dentro de la volatilidad de la existencia cotidiana. El punto de inflexión es ese momento que sabes que puede llegar, que llega, y al que hay que ponerle sabiduría si bien no siempre la inflexión se produce como la hubiéramos querido ciertamente.

En nuestro camino existencial hay circunstancias, personas, lugares, a los que habrá que despedir o aceptar sin drama alguno. Y despedir no significa abandonar para un nunca jamás cuya expresión, a día de hoy, es bien arriesgada. Despedir es cambiar lo viejo por lo nuevo aunque sea con una misma persona, significa decir hasta aquí he llegado en tal o cual circunstancia o situación sin que, por ello, implique dejar a esa persona en el olvido. Significa que por momentos debemos ejercer bien, con profundidad, ese sentido de la correspondencia, de la acción libertaria (libre) reflexiva para saber decir no o sí dependiendo de determinados factores a veces circunstanciales. Aunque, ahora bien, si los factores se vuelven estructurales entonces es que algo está fallando si existe un patrón negativo de vibraciones. En nuestro devenir existencial el sentir, alejado de la vehemencia, debe corresponderse, alinearse con la profunda verdad interna de hacer aquello que sintoniza con la vibración. Se llama unidad interna cuando debes actuar conforme a lo que sientes, dices y piensas porque, de lo contrario, se instala en nuestro ser interno la incoherencia y, con ella, el conflicto. Saber decir que no a a alguien (sea quien sea) o algo (sea lo que sea) debe ser desde la premisa de la libertad interna y nunca desde el chantaje emocional ni desde el autoengaño. Tenemos la mala costumbre de sentirnos culpables cuando tomamos determinaciones, decisiones, que marcan un punto de inflexión en un determinado escenario y con determinadas personas porque nos pesa la carga de la responsabilidad si ello afecta a un engranaje más colectivo, pero justo eso es lo que debemos evitar y es el no saber decir que no cuando las condiciones han cambiado, cuando nuevamente se ha producido un cambio de patrón hacia ti aunque estés en la fase de la segunda curva u oportunidad después de haber intentado establecer con anterioridad ese punto de inflexión. Te pudo, digamos, el "corazón" pero si el patrón se repite ya no es corazón lo que se debe poner sino unidad interna como he explicado, consecuencia. Tú sigues siendo el mismo haciendo otras cosas o dejando de hacer aquello que debías haber dejado y no hiciste. Toca, entonces, cambiar esa tendencia cuando se trata de tu integridad moral la que se ve afectada. Uno tiene que procurar su parcela de felicidad siempre pero debe saber compartirla. Cuando quieres compartirla pero no te dejan, cuando falla la sensibilidad hacia tu persona, entonces uno tiene que saber poner distancias mental, emocional y hasta física, siempre con respeto que una cosa no quita lo otro. Esto es desandar lo andado, desmontar un patrón aprendido de comportamiento sin dramatismo. Y forma parte de nuestra naturaleza, al igual que la Tierra, evolucionar, cambiar la tendencia, cuando uno se siente mal. Hay veces que el punto de no retorno es peligroso como la situación climática o el de una declaración de guerra, situaciones ambas que demuestran el alto nivel de estupidez humana, pero aquí no se trata más que de un punto de inflexión para cambiar una tendencia que sientes que te satura. Es ese momento, el de saturación, en el que ya no es posible echar más sal o azúcar a un recipiente porque su capacidad ha colapsado. No hay por qué soportar eso si podemos evitarlo, porque de no hacerlo estamos contribuyendo -a costa de nuestra pequeñita parcela de felicidad o coherencia- a que el mundo no cambie.

El punto de inflexión ayuda a crear catarsis porque cualquiera que sea la tendencia -ascendente o descendente según se mire- nos llevará a actuar de la forma contraria. Si fueron olvidos entonces dejarán de serlo, si fueron desaires dejarán de existir, si fueron excusas desaparecerán con la luz de la realidad o verdad. Todo cambia, yo también. Lo que sube baja y lo que baja sube pero mientras tanto existe ese punto cero, el punto de reflexión que es de inflexión, el de no hacer para dejar que todo se haga, el de espera que la curva cambie para saber qué calzado ponerte. Y no pasa nada, igualmente, si ese punto de inflexión solo te afecta a ti porque, en realidad, no debemos esperar que nadie cambie aunque sea deseable si el cambio favorece una trayectoria ascendente. Si eso no ocurre entonces uno tiene el poder de elegir el camino y las personas con las que transitar nuevos horizontes aunque sea dentro del mismo desierto, siempre desde la alegría de compartir y la premisa que no hay punto de inflexión personal sin reflexión con la conciencia que lo único verdadero es que estamos de paso.

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