UN MANDAMIENTO Y LA SOCIEDAD DE LOS CUIDADOS


 
Quizá en estas fechas (de cierta significación religiosa...) y, en particular, para alguna gente (o gentuza) le vendría bien una reflexión acerca de qué significa el amor como mandamiento superior y los cuidados. Lo digo porque justo quienes más suelen invocar el nombre de dios son quienes más se alejan de ese mandato universal que no distingue sexo, raza, religión, o alguna otra condición específica. Para todo el mundo por igual existe un mandato que es el del amor, el de amaos los unos a los otros como premisa básica para una sociedad justa e igual. De esta forma cuando he expresado más arriba la palabra gentuza me refiero a esa gente que establece diferencias de solidaridad entre blancos y negros, entre cristianos y moros. Diferencias fascistas, de nazis, que hay que decirlo claro y alto, contrarias al espíritu cristiano que invocan. Diferencias en el amor cuando se trata del mismo sexo, ya no es amor es vicio, pecado. Diferencias cuando se establecen criterios aberrantes como los ocurridos en los inicios de la pandemia respecto a las residencias de mayores, abandonándolos a su suerte (Madrid), cuando barcas maltrechas llenas de gente sin esperanza, sin futuro y sin presente, naufragan en las costas españolas o cuando menores no acompañados (despectivamente menas) se juegan la vida para salir de su miseria. Menores despreciados por la misma sociedad que los empuja a la desesperación. El "amor" es para el blanco (supremacía racial), para el cristiano (supremacía religiosa), para el rico que trae dinero e invierte (supremacía económica) y aquí sí que da igual que sea del color que sea porque lo que importa es la pasta que pone. El "amor" no es para el ser débil, enfermo, solitario, abandonado. No tiene cabida en una sociedad desigual donde el bien común no existe, donde solo prima el beneficio y la mercantilización absoluta de todas las manifestaciones humanas, incluida la religiosa si debo llamarle así. Confundir amor con dar migajas es indecente y es lo que tenemos.
Expresado lo anterior pongo el foco en el mensaje genuino del mandamiento del amor cuyo centro está en la sociedad de los cuidados como manifestación concreta, práctica, de ese amor que se expresa bajo distintas formas o ropaje. El amigo que cuida al amigo, la amiga que cuida a la amiga, la amiga que cuida al amigo, el amigo que cuida a la amiga, los compañeros de estudios, trabajo o vecindad... Todo más allá del propio núcleo familiar, de la propia tribu porque, a día de hoy, la familia y la tribu son conceptos estrechos que acortan la visión de los cuidados. Cuando tienes a alguien que procura tu bienestar con sus atenciones, cuando tú le procuras igualmente bienestar, entonces hay amor entre esos alguien aunque no lo hayan verbalizado explícitamente. Están cuidándose mutuamente, procuran el bienestar de la persona querida sin que ello implique despreciar a nadie, pero se cuida a quien se quiere y eso es amor. Esta es la filosofía de fondo de cualquier pensamiento de altas miras, de espíritu elevado, se llame como se llame. Detrás está la expresión de solidaridad, compasión, igualdad, justicia (con mayúscula) y siempre el amor, también con mayúscula. Amor que se traduce en generosidad, empatía, simpatía, afectos... Los cuidados son una expresión humana con una dimensión trascendente que ponen en valor el sentido de la propia humanidad, de su realización como especie. Si un león y una leona se cuidan ¿cómo no vamos a ser capaces de cuidarnos como leones entre humanos que nos queremos? Por eso cuenta cada aspecto en el cuidado según la necesidad del momento y de la persona. La necesidad de una sonrisa, una frase bien dicha, una palabra amable, un abrazo, un beso, un tocarte el culo (que todo cuenta) con esa complicidad silenciosa, de hablar, de mirarse, de compartir hasta un silencio, forma parte de los cuidados porque las emociones debemos situarlas en el centro de nuestra existencia y elevarlas en vibraciones. Cuidar es esto además de ayudar a proveer, gestionar, conseguir metas materiales. Claro que sí, cuidar es ayudarle a alguien que consiga sus objetivos sin que dependa pero con empuje gratuito. La sociedad de los cuidados debe tener como premisa o centro justo ese mandamiento al que nos debemos desde la reciprocidad. Alguien que me cuida debe recibir de mí mis atenciones. Es gratitud infinita. Cualquier detalle, cualquier forma de atención, debe ser recibida de buen grado. Damos sin pedir a cambio pero recibimos, igualmente, con alegría y humildad, con amor es la palabra sin prostituirla o denigrarla. Todo lo que contenga un interés espurio, oscuro, mercantilista, desnaturaliza ese mandamiento porque dar con generosidad exige no pedir nada a cambio, exige no reprocharle a la otra persona. Si das y no recibes, tu libertad dicta que debes terminar lo que comenzaste, dar por finalizada la acción porque, entonces, es a uno a quien se le falta al amor. En la sociedad de los cuidados han de existir, por tanto, distintas vías de aplicación del mandato. La pública, bajo un Estado que debe cuidar de los ciudadanos por igual. La particular o individual en donde nos centramos en aquellas realizaciones que nos dan satisfacciones morales, espirituales, canalizadas de diversas formas considerando en particular que una de ellas es la de cuidar de esa gente que está junto a ti no porque tengas sino porque eres, no por lo que fuiste sino por lo que eres y quieres llegar a ser. Están ahí porque en su día hubo un reclamo interno y el Universo, en su infinito amor, puso a esa gente en tu vida pero, ojo, también te puso a ti en la suya. Y ahí se comenzó a fraguar la afinidad, las concreciones, y saltaron las dudas de humanos. Ahí se dieron respuestas que solo se vuelven conscientes años después. Vamos a cuidarnos entonces, desde uno mismo, para poder cuidar a esa gente que, también, nos cuida pero que debe dejarse cuidar. Querernos para querer porque no podemos dar lo que no tenemos. Yo estoy en ello.

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