EL RELATO DE AYER Y EL FANGO DE HOY

 


Cualquier persona con un mínimo de curiosidad histórica -y conozco afortunadamente a algunas- podría interesarse aún, si no lo ha hecho ya, por el relato de la Transición (¿democrática?) española que se vendió como modélica, exportable, a otros países en un intento de neocolonización  cultural a través de una imagen falseada de la realidad. A la población de entonces, digamos la existente entre 1977 1982- se nos fue vendiendo machaconamente que el paso, el transfer en términos deportivos, de una dictadura a una democracia, vía monarquía, era ejemplar. Claro está que eso solo pudo darse con unos medios de comunicación entregados a la causa de proteger a la monarquía heredada del mismo dictador que se rebeló contra un régimen constitucional (II República), que se alió con lo peor de Europa (nazi alemán y fascista italiano) y dejó un reguero de fusilados en cunetas sin identificar aún para humillación de familiares de víctimas, para la vergüenza propia y ajena donde la hay con recomendaciones de la ONU que esta fase debió cerrarse ya hace mucho tiempo. Se ve que la transición tuvo varias velocidades, y una de ellas -la de los familiares de asesinados- era la vía muerta, la que no había que activar, dejarla estar. Ese relato de ejemplaridad donde las instituciones se modernizaron, incluida la monarquía, para subirse al carro del S. XX (qué tiempos ya) se nos vendió por activa y por pasiva que con el tiempo se ha demostrado que no era más que una permanente genuflexión al poder político por parte de determinados medios de comunicación (los comerciales sobre todo prensa escrita y radio) en lugar de hacer un periodismo analítico, de contrapoder. Todo fueron parabienes a la monarquía ya que había que protegerla tanto a ella como a la gran mentira de la apertura democrática. Y lo que el tiempo ha demostrado hoy, con las pertinentes investigaciones, no es más que la constatación de quienes vivimos en primera persona y primera línea de fuego en la Universidad, entre finales de los 70 y primeros de los 80, toda una suerte de movilizaciones para defender la enseñanza pública y laica, gratuita, una enseñanza crítica y nada neutral porque creíamos en la ideología como la superestructura del entramado social, creíamos en la lucha ideológica más que nada porque no se nos estaba vendiendo verdades sino auténtica falsedad. La guerra del relato durante algunos años la manteníamos a raya porque había periodistas honestos y medios honestos, minoritarios y a contracorriente, porque había un proceso de cambio que iba definiendo ciertas correlaciones sociales que fueron afectando a los medios de comunicación. Comenzaron a surgir nuevos, se reestructuraron o desaparecieron algunos del antiguo régimen estando algunos de ellos en manos, incluso, de socios lectores. ¡Prensa del Movimiento Nacional reconvertida en un diario popular! a través de Medios de Comunicación Social del Estado. Esto ocurrió con el diario SUR de Málaga durante algún tiempo hasta que los grupos mediáticos, bajo el subrégimen felipista, comenzaron a aflorar entre los 80 y 90 siendo este año (1990) el de la compra de este medio por el grupo Correo, actualmente Grupo Vocento. Mientras lo bueno duró hubo una prensa más cercana que daba cobertura a la ciudadanía porque ella, junto con los trabajadores del diario, eran los titulares del medio, la propiedad socializada que el subrégimen felipista saca a subasta en 1984 ya que había que desprenderse del organismo MCSE (Medios de comunicación social del Estado) en ese aquelarre liberal que inundaba a un gobierno ¿socialista?

Y todo esto tiene que ver con el relato ya que los medios se van concentrando en grupos, que la función social pública de un medio del Estado ya no es contemplada quedando, pues, la información en manos de intereses privados que ya me dirán, entonces, qué linea editorial puede tener si depende de accionistas de derechas, bancos, etc. Esto se está viendo ahora con más nitidez. Un caso de relato engañoso que se nos vende como de periodismo progre es la aparición del diario El País nada menos que en plena ebullición de transición y tardofranquismo, en mayo de 1976, fundado por Juan Luis Cebrián, José Ortega Spottorno y Jesús de Polanco bajo la bendición de un tal Manuel Fraga, un tipo que firmó penas de muertes en el franquismo pero se hizo demócrata después, así sin despeinarse. Si buscan las referencias de estos tipos ya me dirán qué tienen de centroizquierda. Spottorno se une al bando sublevado (franquista), Polanco en el Frente de Juventudes (Falangista) y Cebrián hijo de un alto cargo del régimen cuyos vínculos le valió al hijo (a Juan Luis) para que la meritocracia del contacto lo pusiera a trabajar de Redactor jefe en el Diario Pueblo, diario vespertino del Movimiento dirigido por un tal Emilio Romero amigo íntimo de Vicente Cebrián, padre de Juan Luis. Todo en orden para que luego se nos vendiera la línea editorial de El País como de centroizquierda. Y esto tiene que ver, claro que sí, con lo que recientemente hemos visto y oído con los audios de García Ferreras, un tipo que se autoproclama socialdemócrata y que se nos vende, la cadena, como progresía mediática. Ayer era El País, la Ser, hoy la Sexta que se nos vende como "tu medio de izquierda". Una forma de atrapar a un electorado ávido de leer algo diferente, de oír algo diferente, de ver algo diferente. Yo te lo vendo bien, te vendo la imagen y tú me la compras cual incauto. Yo te envuelvo la basura periodística envuelta en un elegante papel de regalo. Pura fachada.

Curiosamente en mi entorno entre la década de los 70 y 80 casi nadie leía El País aunque oía la Ser, una emisora veterana nacida en 1924 bajo el nombre de Unión Radio que permaneció leal a la República que en la Transición el Estado tenía el 25% del capital y que en 1984 el grupo Prisa "asalta" el accionariado para quedarse con la mayoría de acciones. Un comentario inocente: Por entonces había un gobierno presidido por un tal Felipe González que a la postre se convirtió en un totem dentro del grupo mediático y que durante su mandato cualquier noticia a la izquierda del PSOE (Julio Anguita) era silenciada o ferozmente atacada. Así se iban construyendo los relatos también...

En fin, volviendo a lo de antes, éramos -además de radio- más de leer revistas satíricas como El Jueves, El Papus, Ajoblanco, La Codorniz, Hermano Lobo y, sobre todo, éramos amantes del cine discutido con asistencia a cinefórum que luego daba paso a un debate sobre el contenido, sobre ideología a través del cine. Te recomiendo una gran obra en blanco y negro llamada Ciudadano Kane. 

Éramos, también, de leer libros yendo a la fuente de los pensadores, investigadores. Una forma de vida, de entenderla y combatir relatos falsos.  porque nos engañaban cuando decían que la monarquía era un pilar de la democracia (vaya contradicción), y justo porque había un constante hervidero de gente pensante que plantaba cara al relato oficial, que no encajaba en los planes del sistema y los atacaba de frente, entonces van surgiendo otros relatos, montajes que apacigüen o domestiquen ánimos ya que había que despejar cualquier duda sobre la validez del proceso abierto llamado transición pero que se estaba impugnando desde adentro en fábricas, universidades, movimientos sociales. Recuerdo que la prensa estaba mal vista hasta que surgen nuevas cabeceras como la de El País (ya sabes, progresista...) o voces mediáticas en la radio que le dan cierto lustre al status quo. Pero la gran obra estaba por llegar y sucedió un 23 de febrero de 1981. Era la obra maestra de la monarquía que, poder mediático en liza, "salva" al país del caos de unos desalmados golpistas que se atrevieron a irrumpir en el Congreso, sede de la voluntad popular, para abortar el proceso democrático de transición modélica. El relato ya estaba construido. La monarquía salva la democracia, la monarquía pilar esencial de la (su) democracia, partidos republicanos en genuflexión hacia la monarquía. La cuestión, ciertamente, se estaba atando más aún de lo que Paca la culona lo había dejado y quienes impugnábamos todo este entramado fuimos silenciados durante años incluso dentro de organizaciones que se decían reivindicativas. Fueron años para ser francotirador ideológico allá donde estuvieres, un lobo solitario que surgía de la sombra alguna vez para decir alguna impertinencia que incomodara a alguien amante del orden establecido. Pero un relato oficial solo lo puede tumbar un proceso colectivo libertario basado en la crítica honesta, en el estudio de una situación y en sacar a relucir las contradicciones. No es fácil, lo sé, ni siquiera con la gente que te mueves porque hay quienes desconfían patológicamente de ti si ven invadidas sus lindes, hay quienes sin saber de ti te han marcado por ser diferente. La libertad de pensar y decir tiene un precio. La sociedad aceptó el relato de ayer y se entregó al fango de hoy porque, en política como en la vida en general, no hay causa sin consecuencia o efecto, porque lo que se siembra se recoge con los años, porque esa es la no casualidad del orden de cosas de hoy. Por tanto la tarea está en seguir golpeando esa piedra hasta hacerla añicos, paciente como el agua que destroza una roca, la tarea -más que nunca- está en construir una realidad sobre verdades y certezas atesoradas por el conocimiento crítico. Pero hay que abandonar egos para remar en una misma dirección, recordando -además- que ningún cambio se va dar hacia afuera si no somos capaces de operarlo dentro. No ver esto nos condenará nuevamente al fracaso y volveremos a ser el lodo de mañana, hasta que aprendamos la lección. Y es que cuando al lobo lo queremos convertir en una anomalía solitaria entonces es cuando definitivamente hemos escrito nuestra derrota como manada

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