SILENCIOS CÓMPLICES


 
Cuando las estructuras de poder se configuran como mafia entonces se pone en marcha una de sus máximas que es la ley del silencio u omertá para que puedas seguir perteneciendo a la famiglia y, de esta forma, recibir su aprobación y protección en aquellas fechorías que hagas. O, también, esconder la verdad sobre una cuestión haciendo que el suceso parezca lo que no es. A día de hoy el cuarto poder, o eso que llaman periodismo, sabe muy bien cómo hacer que la población consumidora de noticias se impregne de ese silencio tanto como de las apariencias de verdad cuando no existe. Te venden por activa y por pasiva que algo es cierto, o su contrario, creando los marcos mentales necesarios expandiendo machaconamente que aquello que se dijo es así porque los medios (cómplices) así lo exponen. Si se promueve un daño intencionado contra alguien como ya hemos comprobado -sea persona física o jurídica- su objetivo de hacer daño ya lo consiguen porque es fácil, a día de hoy, actuar impunemente sobre todo si quienes deciden que tal o cual historia se tiene que publicar de tal o cual forma que, además, no va a tener ningún tipo de represalia judicial ya que este otro poder también, en determinadas esferas, juega a lo mismo. Cuando esos poderes -oscuros por demás- movilizan sus recursos necesitan de complicidades, de palmeros que les bailan el agua o de otros actores como determinadas opciones políticas pero, asimismo, de personal precario al servicio de los oligopolios mediáticos. Este último estaría justificado por su situación de subordinación y dependencia pero no así de los siervos tertulianos, colaboradores o diría colaboracionistas, que prefieren seguir haciendo el juego sucio mediante sus silencios, palmaditas en la espalda al "jefe" o capo de la noticia incluidos determinados políticos (algunos dicen estar en la izquierda moderada) que entienden que si deben llevarse bien con el capo para no volverse invisibles o que se hable mal de su organización o persona. Un poco imbécil quien piense que te van a tratar bien llegado el momento de ponerte a caer del burro sin motivo alguno. De esta forma se han ido creando redes clientelares, mesas de palmeros en torno a las estrellas mediáticas de la tele o la radio donde se les ha podido oír auténticas sandeces con una enorme carga de ignorancia sobre alguna de las materias tratadas o de actitudes presuntamente delincuentes por sus ofensas o insultos, por mantener mentiras a sabiendas que las eran, por esparcir odio sin temor a represalia legal alguna. 
La fauna tertuliana en este país ha ido creciendo y expandiéndose como el polen en las ondas de radio (así fue primero) y luego en las de televisión para dar paso, también, a formatos digitales según ha evolucionado la comunicación pero el problema sigue siendo el mismo. El de la presencia de gente externa al medio a cambio de una minuta por su presencia, decir alguna chorrada y reír la gracia al capo de turno. Gente que quiere tener visibilidad sin importar que la tertulia sea un diálogo de besugos o una pelea de cotorras en la que nadie dice nada pero todo el mundo grita. Este es uno de los elementos problemáticos porque son quienes le dan un pretendido lustre a tal o cual programa a cambio de su silencio o, también, de colaborar a eso que se llama ahora la posverdad en la que no importa el dato objetivo sino el relato que se construye aunque sea falso. Y habida cuenta que esta fauna no va a dejar de acudir a menos que vaya abandonando su colaboración con los capos la solución, igualmente, la tenemos quienes manejamos un mando a distancia. Pasamos a modo ausencia de toda la programación basura y con el silencio acabamos con el otro silencio, el de la complicidad de un periodismo putrefacto. Y entonces cuando la audiencia cae en picado la dirección se pone nerviosa y quien creía ostentar poder entenderá que ese poder era transferido desde más arriba para que ejerciese de manijero pero llegado el caso ha de cumplirse aquello de Roma no paga traidores y hay que cortar cabezas sin que la gloria pasada tenga peso puesto que el negocio es el que manda y cuando ya no es rentable hay que cerrar bien el programa o bien a su responsable o ambas cosas. No olvidemos aquello de quien calla otorga...

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