CAMBIAR EL MUNDO


 Esta frase de la fotografía, de Eduardo Galeano, es ilustrativa de la esencia de las cosas y las personas en la interrelación que unen a ambas cuando las últimas actúan sobre las primeras.
Contemplar la vida, filosofar sobre ella, solamente vale para satisfacer un cierto ego personal o de grupo afín que, en cierta forma, vive autoengañado por la autocomplacencia de cuán bueno soy yo que pienso así. Soy una persona solidaria, empática, tengo virtudes que me adornan pero, también, más flojo que el suelo. Actuar que lo haga otra gente que yo pienso a ver cómo pueden hacerlo y yo seguir contemplando desde mi atalaya. ¡Qué lástima de talento desperdiciado! La gente lapa es esa que se agarra a lo que tú dices y sabes que dices, a lo que haces, simplemente para colocarse medallas porque no tienen iniciativa propia, no son capaces de mantener viva la imaginación y mucho menos la honestidad personal de dejar de estorbar a quienes, como gente pequeña, quieren transformar el mundo haciendo cosas pequeñas.
He conocido mucha baratija humana cargada de pobreza intelectual y miseria en el actuar, gente que solo ha triunfado gracias al esfuerzo ajeno. Son quienes dicen saber estar en el lugar correcto y en el momento oportuno para medrar o trepar. Esa gente me estorba en la vida, y más ahora que antes, porque no aporta su propia energía sino la que vampiriza a quienes se esfuerzan ya sea en su propio trabajo, lugar de estudio, punto de encuentro o de debate sea directamente político o no. Quienes se apropian de tus ideas e iniciativas son de las que uno debe guardarse y desconfiar inicialmente sobre todo si no tienen palabra. La frase de Galeano no tiene cabida en sus vidas ni estas en una dinámica de esfuerzo disciplinado que proteja el bien común y no el suyo propio o de su grupete de colegas.
Para cambiar el mundo hay que tener voluntad sin esperar a cambio un salario para ello porque, en realidad, el mundo no cambia si tú no provocas cambios en tu fuero interno. Las cosas pequeñas son las que ajustamos con nuestro yo interno para convertirlas luego hacia afuera en acciones concretas sean puntuales o dilatadas en el tiempo. La suma de voluntades hacen que el bien común sea mayor, que lo pequeño constituya lo grande como consecuencia de ello haciendo bueno que el poder de un bosque está en su semilla. La gente pequeña, como tú y yo, se encuentra en un lugar común (o no) para hacer cosas pequeñas. Un lugar común para poner tus habilidades y conocimientos, tu experiencia, al servicio de esa transformación que el mundo necesita en todo momento sin aspavientos, sin vanagloria. Las buenas acciones generan un karma positivo al igual que las negativas generan un karma negativo. Es el equilibrio de fuerzas que operan en cada persona, en la totalidad. Por tanto si nos dedicamos a hablar menos y aportar más perderemos menos tiempo, menos energía de forma inútil para dedicarla al bien común, para convertir una casa en ruinas en otra habitable. Sobran las palabras y falta la gente pequeña haciendo cosas pequeñas...

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