MITOLOGIA CRISTIANA. EL CREDO TEODOSIANO (2)
Para cualquiera a quien le interese la historia como ciencia de la verdad y de la memoria, ciencia del contexto, no debiera pasársele por alto la controvertida figura de Teodosio “El Grande”.
Este personaje, nacido en Hispania, ejerce su poder como emperador entre el 379 y 395 de la e.c., siempre aproximadamente las fechas por lo que voy a explicar más adelante, y como buen emperador romano su figura no estuvo exenta de intrigas aunque no en Roma sino en Constantinopla (actual Estambul, Turquía). Y las intrigas implican maniobras, ejercer con subterfugios, mentiras, represión al disidente sea oponente palaciego o el pueblo llano o imponer, en cualquier caso, su visión o creencias. Y creo que, inexcusablemente, éste va a ser el hilo conductor ya que asume el credo cristiano a unos niveles de secta arrogante, considerando que él -como emperador- ostentaba la máxima autoridad en los tres poderes clásicos político, militar y religioso. No en vano a los emperadores romanos desde Cesar Augusto, investidos de la autoridad religiosa, se les denominaba Pontifex maximus o Summus Pontifex. Por encima de esta autoridad no había otra algo de lo que César Augusto ya se encargó de amarrar bien. Concentración de poder con lo que la disonancia o disidencia estaba prácticamente controlada.
En el contexto que nos trae aquí, el de Teodosio, el cargo religioso digamos que cobra una especial relevancia ya que hasta entonces, con el credo cristiano en pleno ascenso y consolidación, el emperador tiene una decisiva influencia en el crecimiento exponencial del nuevo credo ya que lo instituye como religión oficial del imperio trascendiendo a la disposición de Constantino que era permitirlo. De esta forma el nuevo credo se convierte en una burbuja de poder autónomo dentro de la esfera de poder imperial habida cuenta que, justamente, es Teodosio quien promueve un concilio de obispos en Constantinopla (sede del imperio) para sentar las bases del supremacismo cristiano y la persecución de toda creencia que no fuera cristiana. Se le considera vencedor sobre el paganismo algo que, a día de hoy, es altamente criticable ya que la ciencia, por ejemplo, entraba en la categoría de creencia pagana. El espíritu lógico, científico, intelectual en cualquiera de sus formas, comenzó a ser proscrito si no se atenía a unas normas teocráticas. No sé si les suena la teocracia pero a día de hoy tenemos algunos lacerantes ejemplos bajo otros mantos religioso. Los dioses paganos dan paso al cristianismo como única religión, pensamiento único verdadero pero -eso sí- heredando todas las costumbres paganas a las que visten con otro ropaje, incluso literalmente las vestimentas papales. Hacer coincidir el nacimiento de Jesús con el solsticio de invierno es un ejemplo. El dios Mitra era venerado en el imperio hasta Constantino que se le incorpora al panteón romano procedente de la influencia directa persa aunque en India también se le rendía culto. Una religión muy popular entre funcionarios y soldados del imperio. El culto al sol unía al mitraísmo con otras tradiciones paganas y, por ello, no es casualidad que el solsticio de invierno que es del Sol Invictus sea el momento para luego acoplar la figura de Jesús, como tampoco es casualidad que el día conocido como domingo es dies dominicus o día del Señor que suple al entonces vigente dies solis o día del sol gracias a esas reformas auspiciadas y controladas por Teodosio. Tampoco es baladí, por ejemplo, que el gorro papal se llame mitra. En fin las casualidades, digamos, que se estrechan para dar paso a un proceso de absorción por hegemonía. El nuevo credo llamado cristianismo se impone mediante la persecución y muerte de quienes no lo siguiera, luego absorbes las costumbres de tus principales competidores (mitraísmo y arrianismo en el seno del imperio) e implementas otras también del paganismo y te conviertes en un poder hegemónico en plena expansión además por herencia, ya que en no pocas ocasiones el cargo de obispo (máxima autoridad religiosa en una circunscripción geográfica determinada) lo heredaba un familiar. El poder muta de vestimenta, y a un imperio decadente en lo político-militar le surge la oportunidad de perpetuarse bajo el manto de la nueva religión. De esta forma el imperio romano desaparece como concepto pero no en el modus operandi esencial ya que la batalla ideológica estaba ganada. Y es aquí donde Teodosio juega el mejor papel de su vida porque su legado fue lo que hoy conocemos como Iglesia Católica y como pensamiento dominante en la vida de las gentes hasta la fecha, bajo distintas formas en alianzas con el poder económico, político, militar o lo que se tercie para perpetuar su propio poder.
Ese legado fue de sangre, de destrozos, adentrando a las gentes bajo su dominio en un período de oscuridad a través de la ignorancia y sometimiento. Una prueba temprana de esta ignominia fue el asesinato de Hipatia de Alejandría sobre el 415 e.c. -siendo Cirilo obispo de Alejandría y Teodosio II emperador de Oriente- mujer intelectual avanzada para la época -directora de la biblioteca de Alejandria- y todo un símbolo de pensamiento contrario al nuevo credo. Por cierto el tal Cirilo luego es canonizado algo que quizá la iglesia debiera hacerse mirar si urdir, cuanto menos, la organización de una turba desatada de cristianos que asalta la Biblioteca de Alejandría, la incendia y asesina a su directora, es motivo de bendiciones. Esta fue la viva herencia de Teodosio y solo habían transcurridos escasos veinte años entre este episodio y la muerte del emperador. Vemos que la quema del saber, el asesinato de alguien por ser mujer intelectual, libre e independiente, la persecución de la ciencia, viene desde antiguo. El nuevo fascismo solo es heredero de aquello.
Tengo la sensación que él sabía perfectamente cuál iba a ser el final inmediato del imperio y el futuro incierto que tenía por delante, ya que los recursos económicos escaseaban para mantener guerras, los enemigos crecían, con lo que tuvo que tejer alianzas tanto fuera como dentro del imperio. Fuera con pueblos godos, con las tribus germánicas y eslavas de centro y este de europa, y dentro con un movimiento pujante llamado cristianismo al que él le otorga ser religión oficial y, por tanto, única posible. Y es como en este manto de poder e impunidad que se va extendiendo por los restos del imperio es sobre el que él entiende que hay que alterar el curso de la historia. La figura de un emperador solo podía verse ensombrecida por la irrupción de alguien que dice llamarse hijo de Dios para que pudiese operar el contrapoder que tenía diseñado. Altera calendarios haciendo coincidir un nacimiento con un determinado emperador sin importar, por demás, que los meticulosos cronistas romanos no inscribieran hechos algunos que datasen la figura de Jesús en el tiempo que la historia oficial nos cuenta, porque la historia oficial la escribe Teodosio con un interés muy concreto. A partir de ahí todo el relato de hechos se construye desde una gran farsa corrompiendo el contexto y los sucesos acaecidos, forzándose a la interpolación de los mismos de forma anacrónica o extemporánea quizá pero, lo más grave, probablemente enterrando la verdad haciéndola desaparecer de cualquier medio escrito de la época.
Durante mucho tiempo leí a Flavio Josefo1, fundamentalmente en su obra “La Guerra de los Judíos”, y no encontré una sola mención a alguien tan relevante en la historia como Jesús. Alguien que nace en al año 37 (calendario oficial), discípulo del respetado rabino Gamaliel y amigo personal de Pablo de Tarso -que también era discípulo de Gamaliel- y no tenga la más mínima referencia histórica sobre Jesús da, cuanto menos, por pensar que algo no cuadra en el relato oficial. Pero tampoco Plinio El Viejo ni tampoco su sobrino Plinio El Joven. Referencias unilaterales procedentes del relato oficial con lo que el sesgo está servido, y la sospecha de ser falso mucho más ya que la tradición cristiana si algo tiene es de ejercer con auténtica maestría lo que ahora llamamos “fake news”, darte una información falsa pero hacerte creer que es verdad. Lo que pasa es que en la interrelación del yang con el yin, la verdad esconde algo que no es y la falsedad algo que es cierto. ¿Existió la figura de Jesús? Existió pero nada de lo contado -como evento histórico, no como mensaje- pudo ser verdad por las propias incongruencias históricas encerradas en el relato oficial. Es un rompecabezas de difícil composición pero no imposible. La cuestión estriba en encajar cada pieza en su lugar, cada suceso en su tiempo real y cada personaje en su contexto, reconociendo además que no me está resultando fácil (casi nada lo es) encajar relato con fechas datadas, por lo general, por los cronistas romanos. Toca, pues, adentrarme en la hipótesis de la mutación propiciada por Teodosio.
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