MITOLOGIA CRISTIANA. EL CREDO TEODOSIANO (3)

 


HIPÓTESIS DEL CAMBIO


Hay un acontecimiento crucial en la historia de Roma y es la inauguración de un nuevo período -que podemos llamar período imperial- auspiciado por Cesar Augusto conocido, también, como Octaviano u Octavio Augusto ya que fué el primer emperador romano siendo heredero de su tío abuelo Julio Cesar. Se autoproclama emperador (imperator o prínceps) abriendo, al parecer, una etapa de prosperidad basada en la paz duradera aunque, eso sí, sin renunciar a la extensión de los dominios y el control geopolítico de la época. A su muerte fue divinizado por el Senado de Roma y el nonbre del mes sixtilis fue renombrado a lo que hoy conocemos como agosto en honor a Cesar Augusto.

Llega al poder en el año 27 a.e.c., y se mantiene en él hasta el año 14 e.c., siendo este período y personaje claves en el desarrollo de todo un entramado de farsa acoplada posteriormente por Teodosio. La razón es por qué Teodosio interpola la figura de Jesús en este período cuando no aparece en ninguna crónica de historiadores contemporáneos o siquiera en las Memorias del propio emperador, ya que -obviamente- una figura relevante como la venida de un Mesías y el cumplimiento de una profecía no debía pasar desapercibida nada menos que para el propio emperador cuando, bajo su mandato, relata la crónica cristiana oficial que hubo una matanza de niños en Belén orquestada por un tal Herodes aunque, eso sí, no te digan de qué Herodes se trata aunque podría ser Herodes Arquelao etnarca de Judea, hijo de Herodes el Grande I y hermano de Herodes Antipas.

La supuesta matanza de inocentes solo tiene lugar, al parecer, en el imaginario cristiano a raíz de Teodosio ya que, anteriormente, tampoco está datada por historiador alguno, y en concreto por Flavio Josefo como uno de los referentes principales de la historiografía romana coincidente con las primeras comunidades de la nueva secta surgida del judaísmo, conocidos como los del camino y también como los egipcios. Y quiero enfatizar la figura de Flavio Josefo o Yosef Ben Matíahu porque el padre de Josefo era contemporáneo de Saulo o Pablo de Tarso, nacido -aproximadamente- el año 6 e.c., sacerdote de la orden primera de Yehoyarib mientras que Pablo nació entre 5 y 10 e.c en Tarso pero criado en Judea, educado en el judaísmo por Gamaliel al igual que luego lo fue Flavio Josefo. Que un oficial del ejército romano, judío pero ciudadano romano, no apostase siquiera por transferir conocimiento a un historiador sobre la figura de alguien tan relevante dice mucho entonces de lo que no sucedió y puede que, también, diera pie a lo que se estaba construyendo como relato. Porque si no, entonces, cómo es posible que Pablo ni siquiera hiciese también mención en ninguna parte a esta amistad que podía ayudar a dar veracidad a hechos concretos, que es la razón de ser de un cronista o historiador. Por tanto debemos pensar que los textos evangélicos junto al de los Hechos de Apóstoles podrían estar corrompidos por intereses espurios de alguien como Teodosio. Nombres, lugares, personajes, sucesos..., todo debía encajar para ir dando forma a una pretensión sin escatimar medios. Habría que hacer lo que fuese para que el nuevo credo fuera hegemónico aun a costa de adulterar la verdad que siempre es la gran sacrificada en un proceso histórico.

La pretensión de Teodosio, pues, era contraponer dos figuras como representantes de dos poderes. De un lado la figura de Cesar Augusto que inaugura una etapa de prosperidad, máximo representante de los poderes político, militar y religioso, divinizado al morir y elevado al altar de la gloria dejando su nombre para la posteridad en el mes sixtilis. De otro lado la figura de Jesús, que venía a derrocar el antiguo orden imperial para dar paso al Reinado de los Cielos. El poder en la tierra frente al poder de los Cielos en la tierra. El mal contra el bien, bajo ese sutil maniqueísmo aunque el mismo Jesús ya alertaba que su reino no era de este mundo y que al Cesar había que dar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios aunque, seguramente, esto último me parece no se entendió bien Nadie puede estar por encima de Dios y qué es eso de ser imperator o princeps investido de máxima autoridad religiosa. ¿Qué puede hacer entonces otro emperador pero cristiano para que la palabra y obra de Dios se perpetúe por los siglos y sirva a los intereses propios de una estructura en total decadencia? La respuesta es cualquier cosa, de tal forma que el fin no tiene por qué justificar los medios.

En ocasiones, en muchas quizá, es más importante lo que se obvia que lo que se cuenta puesto que lo que se cuenta es una cortina de humo para desviar la verdad, adulterarla o corromperla con una trascendencia que, probablemente, ni el mismo Teodosio tuviese en sus cálculos.

Y avanzando en la hipótesis, Teodosio pone a trabajar a sus escribientes o amanuenses, supongo que con altos conocimientos de griego y hebreo, puede que arameo además del latín, para hacer encajar las piezas. Había que fabricar la fake new de entonces y el relato tuvo que dar un salto de, aproximadamente, nada menos que veintiun años hacia atrás en la historia para hacer coincidir la investidura de Cesar Augusto con el nacimiento de Jesús, hijo de Dios como contrapoder. Según la Biblia de Jerusalén el nacimiento (hipotético) de Jesús tuvo lugar en el año 6 a.e.c y la investidura de Cesar Augusto en el año 27 a.e.c, cuya diferencia aritmética es de 21 años y bajo esta premisa (hipótesis para mí en este apartado) es que hay que hacer coincidir a las dos figuras según he relatado antes, considerando -además- la casi segura muy escasa documentación existente de hechos veraces en buenas condiciones para poder ser leída adecuadamente considerando, por otro lado, que podría llegar sesgada o recortada simplemente por el tipo de material usado como el papiro o pergamino principalmente sin desconsiderar la tablilla pero que, en cualquier caso, se hace difícil pensar que aguantaran casi 400 años intactos de forma íntegra.

A partir de aquí no sería muy atrevido decir que estamos ante uno de los mayores fraudes a la verdad en la historia de la humanidad por todas las implicaciones que trascienden a un tiempo concreto, sobre todo si consideramos que los primeros códices bíblicos, el sinaítico y alejandrino, aparecen durante los siglos IV y V respectivamente estando datado, al parecer, el primero entre los años 330-350. Mi sospecha es que no esté mal datado sino que más bien se elaborase bajo el mandato del mismo Teodosio entre los años 379-395 y que, además, los documentos encontrados no estuviesen tan completos como se escribe. A día de hoy la verdad no va a salir a relucir porque los cimientos del mundo occidental se vendrían abajo como un castillo de arena, pero nadie nos puede quitar de la conjetura basada en la intuición y apoyada en algunos datos incongruentes, que es lo que modestamente intento aportar aquí. Datos incongruentes entresacados de lo que nos llega del NT a partir de la relación entre personajes reales como el caso expuesto de Flavio Josefo-Pablo de Tarso. Es que, además, en documento fiable alguno no se encuentra una fecha de registro porque se diga que padre y madre de Jesús subieron desde Galilea (Nazaret) a Judea (Belén) para empadronarse1 siendo Cirino o Quirinio gobernador de Siria ya que Judea había sido anexionada a Siria, razón por la cual se le incluye en este censo de personas y propiedades para establecer el impuesto allá por el año 6 e.c. Una contradicción histórica flagrante es la establecida entre el relato de Lucas y el de Mateo en tanto que el primero sitúa el censo durante el embarazo de María y el segundo en vida de Herodes el Grande. Arquelao hereda como etnarca, bajo la aprobación de Augusto, Judea, Idumea y Samaria y depuesto en el año 6 e.c estando Judea bajo control de Cirino, como he expresado líneas arriba. La diferencia aritmética de años entre el 6 a.e.c y el 6 e.c es de 12 años y en dos contextos históricos diferentes lo cual, ciertamente, solo invita a pensar en algo más que errores puntuales ya que se trata de un acontecimiento situado en dos períodos diferentes. Pero, al margen de contradicciones, hay otras cuestiones como aquello que no se dice, de lo que no se habla o menciona como lo realmente importante si no lo encontramos en fuentes, digamos, de primera nivel como historiadores romanos del Siglo I. Si de seis destacados historiadores (además de otros cargos o responsabilidades sociales) ninguno relata abiertamente sobre una figura relevante como Jesús y de su situación de reo y condenado además de sus causas, de su nacimiento, huida de la familia a Egipto, de su vuelta, de su crianza, de su responsabilidad social, de sus vínculos de afectos, de sus vínculos con una comunidad bajo la perspectiva de la educación y el trabajo siendo la única fuente la del interés de parte (en el argot jurídico) es que algo no va bien, no encaja y la información que se ofrece debe ponerse en tela de juicio sobre su plena veracidad. No digo que no existiese la persona, faltaría más. Pero sí digo que el relato contiene algo más que inexactitudes y contradicciones ya que historiadores contemporáneos no mencionan nada al respecto. Para ello me apoyo en lo que conocemos (o no escriben) de Plinio El Viejo (23-79), Flavio Josefo (37-100), Marco Cluvio Rufo (50-?), Tácito (55-120), Plinio El Joven (61-112) y Suetonio (70-112), pero tampoco de otros como Damasceno o Nicolás de Damasco (64 a.e.c.-?) contemporáneo y amigo de Herodes I, o Estrabón, historiador griego (64/63 a.e.c.-24/23 e.c.), viajero que recorrió el imperio durante la Pax Augusta hasta Armenia por Oriente, Cerdeña por Occidente, al Mar Negro por el norte y límites de Etiopía en el sur, o Tito Livio, también historiador romano (59 a.e.c.-17 e.c.). Da que pensar, pues, que estaríamos ante una historia inventada en una gran parte al menos,

1Empadronamiento de bienes y personas


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