DESMONTANDO LA LEYENDA DE SANTIAGO Y EL CAMINO
Es prácticamente improbable que la tumba asignada a Santiago “El Mayor”, hermano de Santiago “El Menor”, hijos del Zebedeo según se relata en evangelio de Juan, sea la de a quien se le adjudica sobre todo considerando ciertas circunstancias que apenas se conocen o, al menos, se ha pasado de conocer.
Quien se haya atrevido a leer algo de la historia fundacional de la Iglesia Católica sabrá que sus cimientos no son, precisamente, los del legado de Jesús/ Josué y ni siquiera de un tal Pedro-Simón-Cefas. No, la cuestión es mucho más prosaica y diría que laica. Menos transparente y mucho más bastarda en sus intereses espurios.
El término o vocablo Iglesia deviene originariamente del griego ekklesía que significa asamblea o convocatoria, reunión ciudadana de la antigua Grecia. Ahora, bien, el origen de la Iglesia como estructura piramidal o jerárquica tal y como la conocemos tiene varias fases antes de llegar a la que conocemos actualmente. La primera fase arranca inicialmente de las comunidades o asambleas locales del nuevo credo- a cuyos fieles se les denominaba los egipcios, los del camino o los mesiánoicos- fuera de las murallas de Jerusalén, fuera del ámbito de Judea y su posible área de influencia en las regiones periféricas de Samaria, Galilea, Edom, Moab etc. O sea, allende esas fronteras a quienes se les llamaba gentiles, los no circuncisos que-fundamentalmente- eran la gente bajo la influencia de Roma y con influencia, además, en su entorno local. O sea, administradores, recaudadores, oficiales militares, comerciantes. Digamos que la red de contactos basada sobre la élite del momento sin que ello fuera obstáculo para ir admitiendo a esclavos o libertos (ex-esclavos) y que no eran la parte mayoritaria. Esa expansión hacia afuera de Judea fue rebatida concretamente por Santiago El Mayor, el mismo a quien se le adjudica su presencia en el sepulcro de marras pero que si se le practicara una prueba independiente de ADN, y no controlada por la Iglesia, no la pasaba puesto que, probablemente, hubiera que adjudicar el cadáver a un obispo local de la Edad Media, período durante el cual nace dicha leyenda. Es más, tendría que ser un cadáver decapitado pero a estas alturas ni cenizas. Santiago seguramente se quedó en Judea y murió allí porque aquí, ciertamente, a muchos miles de kilómetros no se le perdió nada en la entonces provincia romana de Hispania de donde sí eran originarios los emperadores Trajano, Adriano, Marco Aurelio (ahí es nada) y Teodosio I (ojo con éste), así como el filósofo Séneca. El “problema” de no venir, de no salir de su zona geográfica habitual, tendría que ver más con una cuestión de la que no se habla, sobre la que hay un manto de silencio. La comunidad llamada apostólica se rompió en dos grupos porque confrontaban dos modelos de vida y pensamiento, dos formas de entender el mensaje original y de llevarlo a la práctica. De un lado estarían Santiago “El Mayor”, Santiago “El Menor”, Judas Tadeo o Simón Zelote y Natanael o Bartolomé, hermano de Jesús/ Josué y de otro el resto hasta siete disintieron y rompieron la unidad del grupo. Y es el grupo disidente quien toma el control de toda la situación convirtiéndose en abrumadoramente mayoritario, apoyado como he expresado, en las élites locales que ayudan a expandir la nueva fe.
Expresado esto, y desde la perspectiva de la mayoría disidente y traidora al mensaje, Santiago se convirtió en un proscrito que bien podía ser denunciado ante las autoridades hebreas del Sanedrín por blasfemo como ya ocurrió antes. De hecho, hay un dato significativo también sobre Juan, el autor de su documento evangelio y del Apocalipsis. Juan fue testigo y notario de la realidad que le circundaba, del mensaje, sin pertenecer a la comunidad apostólica para dedicarse a la tarea de escribir sobre el mensaje nada más. Y Juan se largó a Patmos, a una isla griega, escapando de la influencia de dicho grupo so pena de poder ser denunciado- igualmente- por la disidencia. Por tanto, hemos de poner blanco sobre negro que Santiago “El Mayor” es una figura que le sirvió de adorno a la iglesia medieval, algo así como un gancho de atracción hacia la fe ya que, podríamos decir, que si Santiago no apoyó la disidencia, no se movió, siguió con su vida y transmitiendo el mensaje original, no podría ser muy ensalzado por aquel entonces, siglo I, como un ejemplo a seguir puesto que su nombre prácticamente fue borrado de la memoria del nuevo credo emergente.
La Edad Media es un período de construcción de leyendas que agrandasen aún más la influencia del nuevo credo cuya estructura de poder llamada Iglesia no nace en el siglo I sino bastante más tarde. La primera fase acabo de exponerla. La siguiente fase fue la de ir hostigando la figura del emperador de turno -de ahí que se les prohibiera culto públicamente- porque no practicaba la nueva fe y sí el paganismo, a partir de ir haciéndose con espacios de poder que llegaban a las mismas entrañas del imperio. El secretario de Nerón era un converso y así ocurrió con tantos funcionarios romanos. Fase que va escalando hasta que Constantino permite la práctica religiosa y dando los pasos para que la nueva fe emergente, desde hace tres siglos, fuera tomando cuerpo doctrinal. Pero es Teodosio I quien convierte a la nueva fe en religión oficial del imperio y es a partir de aquí donde se sientan las verdaderas bases ideológicas de la actual iglesia católica aunque el último paso, el definitivo, se da bajo el mandato de su hijo Honorio emperador de Occidente mientras que su hermano Arcadio era de Oriente. El imperio lo fraccionó Teodosio I sin punto de retorno, pero si por algo debe ser reconocido su legado es por haber subido al altar del poder a la nueva fe, ahora sí llamada cristiana, si bien fue el muñidor, el padre de esa nueva fe en todo su relato razón por la que yo le llamo credo Teodosiano. El arquitecto de una religión creada artificialmente y culminada su obra ya con el imperio fragmentado, por su hijo Honorio.
Cualquiera que haya leído algo de la estructura administrativa del imperio sabe que esa misma heredó la iglesia: parroquia, diócesis, colegio pontificio. Porque el imperio mutó hacia una estructura ideológica bajo el manto de la religión. Una estructura de poder, con sede en Roma, que sirve para el control de la gente y sobre lo cual he expuesto ya en varias de las entradas en este blog.
De esta forma es prácticamente improbable la presencia de Santiago en un sepulcro del que nadie supo hasta el S. IX. Nada más y nada menos que ¡nueve siglos después! Y, al parecer, un tal Teodomiro fue quien lo descubrió gracias a una señal en forma de luz de estrella en un lugar recóndito de un bosque gallego de la época, frondoso supongo y antes que se extendieran los incendios climáticos. A partir de ahí el negocio del camino de Santiago ya lo conocemos. Pero volvamos al antes, al tiempo en el que el bueno de Santiago aún vivía. Otra leyenda, y ya son muchas en el relato oficial, es que fue martirizado siéndole la cabeza cortada por orden de Herodes Agripa. Esto solo lo dice el relato oficial promovido por la iglesia porque, en realidad, ni había milagros porque no existen ni tampoco el martirologio sobre todo considerando lo expuesto. Santiago no estaba con el grupo disidente que eran los tocapelotas del emperador romano de turno. Y, al parecer, el grupo minoritario (ya descrito) no era mucho de estar invadiendo competencias que les fueran ajenas. Y lo de decapitarlo yo diría más bien que al aparecer en el documento titulado Hechos de los apóstoles, al ser este un documento impostado y de dudosa veracidad lo más sensato era quitarse de en medio a alguien que no estaba en el grupo de la disidencia. En este documento -y sin más explicación- desapareció, también, todo el núcleo familiar o de allegados íntimos de Jesús/ Josué que lo componía María, la madre; María de Clopás, la tía; Clopás, el tío; Isabel, la madre de Juan Bautista y hermana de María; Zacarías, esposo de Isabel; María Magdalena, Marta hermana de ésta, Salomé y Natanael o Bartolomé, hermano de Jesús/ Josué. Por tanto había que hacer desaparecer de la escena a los tres restantes. ¿De qué forma? Martirizándolos. Ahora, bien, resulta bastante extraño que Herodes Agripa decapite a Santiago y su cadáver aparezca nada menos que en un bosque gallego y, para ello, el relato oficial se inventa que fue trasladado en una barca por sus discípulos pero no se dice si el cadáver tenía o no cabeza en el viaje. Una embarcación de la época en un viaje de Jerusalén hasta lo que hoy conocemos como Santiago de Compostela ya valdría el mérito porque en Jerusalén no hay puerto. Viaje en tierra hasta una salida a puerto y desde ahí embarcarlo atravesando el mediterráneo hasta el Estrecho de Gibraltar y desde ahí por el atlántico hasta las Rías Baixas y desde ahí viaje en tierra o, quizá, siguiendo una ruta fluvial hasta Santiago. ¿Te imaginas el olor del cadáver?
Si quieren recorrer el camino de Santiago lo hacen sin más preguntas porque la única espiritualidad está en el senderismo que se hace y el oxígeno que se respira, la paz del ambiente antes de oler a incienso del botafumeiro, pero no esperen un milagro de Santiago que me parece anda lejos de ahí.
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