LA HERENCIA DE LOS RITOS PAGANOS EN EL CRISTIANISMO (1)

 


Una vez finalizado el ciclo de entradas sobre mitología cristiana en relación a lo que he denominado el credo teodosiano en lugar de cristianismo, me adentro en un segundo ciclo que trata de conectar el ritual del nuevo credo (cristianismo) con los ritos paganos, entendiendo por éstos todos aquellos que no se ajustaban a los cánones del nuevo credo. Ritos o cultos ancestrales, por cierto, que el nuevo credo los integra plenamente digamos con el afán de fidelizar la clientela para entendernos en término de marketing. Captar a los nuevos fieles asimilando lo viejo para que no se perdieran en el camino, para que engrosaran las filas sin que, de alguna forma, echaran de menos viejas costumbres. El nuevo credo digamos que tuneó el paganismo.

Cristianizar” o “consagrar” el antiguo rito-culto era una tarea que había que abordar para que integrándolo en esta nueva fase hacía desaparecer el temor de perder fieles por despreciarlo. Integrar y perseguir fue una máxima del nuevo credo-religión a partir del momento en que se convierte, el cristianismo, en religión oficial del imperio con toda la carga ideológica que eso lleva consigo porque justo, desde entonces, nada en materia religiosa se movería sin la anuencia del emperador y de los poderes circundantes. O sea de las élites del momento.

Como ya expliqué anteriormente Constantino dio el primer paso sacando al credo de las catacumbas, permitiéndolo sin que fuera perseguido y promoviendo el primer concilio de Nicea. El poder se había desplazado a lo que hoy es Turquía y desde de ahí se alumbró el nuevo credo-religión, no desde Palestina. El hecho de haber dado libertad de culto posibilitó después que los cristianos ortodoxos lo veneren como un igual a los apóstoles, y los cristianos occidentales como el primer emperador cristiano. El barro va tomando forma para la vasija que viene después. Ahora, bien, la historia nos enseña en este caso que de la persecución y clandestinidad pasamos a la permisividad y la hegemonía posterior, que de asumir prácticamente todos los ritos paganos para no perder fieles pasamos a perseguir con saña todo lo que sonara a pagano que es donde, modestamente entiendo, está quizás una de las claves de todo el proceso a partir de Teodosio.

Si contemplamos a la religión como un factor de poder de las élites y, por tanto, de relaciones entre el poder y los súbditos basadas en la sumisión provocada por el establecimiento de dogmas de fe el mapa de la fe se va completando. El nuevo credo, cimentado en su origen sobre el amor incondicional, se va construyendo sobre nuevas falacias o sobre antiguos mitos recogidos desde la antigüedad pero al tener ésta como fuente o punto de partida está claro que desde el imperio, al convertir el nuevo credo en hegemónico, había que eliminar competidores o, en su defecto, la disidencia por parte de quienes no apostaban por una jerarquización elitista del credo. Se categorizaba, entonces, al enemigo de la fe bajo dos prismas principales: el pagano y el apóstata. El pensamiento dominante había que imponerlo para que creciera sin sombra alrededor. Sin entender esto probablemente tampoco entenderíamos la finalidad de incorporar los ritos y creencias paganas para “cristianizarlas”.

Un ejemplo paradigmático, que se ha llevado al cine de la mano de Alejandro Amenábar en Ágora, fue el linchamiento de Hipatia desollada y descuartizada por las hordas de monjes cristianos alentados por un tal Cirilo que a la postre fue canonizado. Hipatia era mujer, de amplios conocimientos y de influencia social puesto que era la directora de la biblioteca de Alejandría que, asimismo, fue quemada por la horda cristiana. La biblioteca era un centro de conocimiento desde el respeto a cualquier posición que ya sobrevivió al incendio de Julio Cesar pero que, al parecer, entra en declive con el nuevo credo y este episodio de fanatismo. Cirilo es un exponente bastante temprano de lo que realmente iría aconteciendo con el nuevo credo cuyo cargo de obispo lo hereda de su tío Teófilo. Ser un prelado u obispo te daba poder, o sea influencia, que podrías ejercerlo con autoritarismo o con visión humanista. El caso aquí es el primero. Se acusaba a Hipatia de propagar el paganismo, confundiéndolo con prácticas científicas. La influencia de Hipatia no era bien vista por el poder imperante, o sea por el obispo Cirilo, ya que podría cuestionar -ciertamente- con mente abierta muchas de las cuestiones preconizadas por el cristianismo como, por ejemplo, que el sol giraba alrededor de la Tierra o que la tierra era una esfera y no era plana. ¡Vivir para ver cómo tenemos por ahí aún imbéciles terraplanistas! Para cuando llegó el asesinato de Hipatia el trabajo ideológico previo ya estaba prácticamente hecho con los dogmas que se habían ido incorporando y con la persecución, igualmente, previa de cualquier doctrina contraria a la ortodoxia. El terreno se iba despejando para abrir un ciclo de oscuridad en el conocimiento y la sabiduría en prácticamente toda Europa y en las áreas geográficas de influencia cristiana principalmente en Oriente Medio. Ese trabajo previo fue el que, asimismo, incorporó al paganismo en cualquiera de sus manifestaciones de lo que vamos a ocuparnos en adelante desgranando festividades de origen pagano “cristianizadas” y a las que se les hace coincidir eventos aunque estos no hayan sucedido realmente o, en su defecto, hayan sido en otro momento.

NAVIDAD O NATIVIDAD DEL SEÑOR


Calendario: 25 de diciembre

En España: festivo nacional


Así es como se le conoce en la liturgia católica, como natividad del Señor. Pero vayamos por partes.

Su origen pagano más próximo son las Saturnales romana, fiesta de solsticio de invierno que ponía fin a la cosecha y, además, se le rendía tributo al Sol Invictus, al sol triunfante que resucita o renace después de tres días sumido en las profundidades que va ascendiendo desde el hemisferio sur hacia el norte. En realidad no hubo ningún Jesús que naciera en un pesebre, ni magos venidos de oriente por esa fecha ni por otra. Simplemente hay una transposición de ideas y de figuras, colocando en el centro de la festividad a Jesús en lugar del sol, desarraigando el sentido de conexión con la naturaleza cuyo año nuevo, en realidad, comenzaba en primavera con el equinoccio. De hecho el vocablo Cristo procede del griego "Jaristós" que significa luz, brillo y la analogía, además, entre Mitra y Jesús tampoco pasa desapercibida.

Roma rendía culto a Mitra, una deidad persa que encarnaba la luz, el sol y su culto obligaba a la honestidad, la pureza y el coraje entre otras virtudes. El mitraísmo, del que me ocupé anteriormente, fue el gran rival del nuevo credo hasta prácticamente la muerte de Constantino y su herencia es bien palpable en el cristianismo.

En definitiva el credo Teodosiano fusionó los ritos o fiestas saturnales, sol invictus y el culto a mitra o deidad solar mayoritario en el imperio. Detrás de esos ritos dedicados a saturno o al sol estaba el culto por la abundancia, la riqueza, la agricultura, la fertilidad, en cuyos eventos festivos los señores liberaban esclavos (los libertos), compartían mesa con ellos y durante esos días ejercían de sirvientes de aquellos.


ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS


Calendario: 6 de enero

En España: festivo nacional

En conexión con la entrada del solsticio de invierno tenemos la adoración de los “reyes magos”. Este recurso literario para enterrar la estela del paganismo no es otra cosa que un fenómeno estelar coincidente con la entrada del solsticio de invierno provocado por la órbita de los 3 planetas más cercanos al sol (mercurio, venus, tierra) y que, visualmente, denominamos lluvia de estrellas o de meteoritos conocida, en el caso concreto, como las úrsidas por ser la constelación de la Osa Menor o Ursa Minor la más visible en el momento del fenómeno. Los tres “reyes magos” son la representación de los 3 planetas que están en la órbita al sol (representado en la figura del niño Jesús o niño sol) y siendo la “estrella de Belén” la estela de un cometa que surca el cielo siguiendo la dirección Este-Oeste y, por tanto, proveniente de un punto oriental sobre el que el observador se encuentra.

El resto de literatura acerca de su nacimiento, inscripción padronal del matrimonio o huida a Egipto no tiene más sostén histórico que el que queramos darle sin cotejar un solo dato ni escudriñar en las contradicciones o inexactitudes. Tanta retórica al final hace que el valor de lo esencial se haya diluido y eso pasa cuando inventamos historias para realzar una figura concreta. Así fabricamos héroes y dioses, y así también los tumbamos a nuestra medida.


(continuará)

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