HASTA NUNCA

Quizá pueda ser la despedida que un año que entra le pueda hacer a otro que se va al tomar el relevo. El que entra, sabedor de lo que dejó el otro, le recomienda que no aparezca más, que se vaya o se aleje definitivamente con toda su carga de piedras en la mochila y con sus brumas de tribulaciones. El año entrante, dicen que nuevo, suele venir con el espíritu renovado (y no espíritu navideño hipócrita precisamente) de ilusiones, esperanzas, fuerza, coraje, optimismo, audacia y, también, de amor hacia la vida, o sea hacia el ser que habita en uno en armonía con el mundo que le circunda. Pero ese año ya no es bisoño, ni quizá inocente, sino resabiado, temeroso, desconfiado, cuateloso de más mezclado con prudencia. Se asemeja al perro que le apalean y luego quieren adoptarlo. Aquí el año nuevo entra con paso delicado como si de un baile de danza en puntillas se tratara conminando al viejo que no vuelva porque no tiene nada que resolver. Las deudas del pasado ya se e...