LAS IDEAS QUE ALIMENTAMOS
LAS IDEAS QUE
ALIMENTAMOS
Somos lo que
pensamos y sentimos, lo que decimos y hacemos. Somos, igualmente, su contrario
o lo que es igual lo que no pensamos, sentimos, decimos o dejamos de hacer.
Ahora, bien, somos el resultado de las ideas que alimentamos.
Un patrón cultural anclado en nuestras células provenientes tanto el patrón
como éstas últimas de la irrupción de una sociedad basada en el dominio, la
sumisión, el poder, el control, llamada patriarcal. Una sociedad basada en
desajustes porque el abuso de poder, mediante el dominio expansivo, asfixiante,
controlador, humillante, es lo que trae cuando se confunde poder real de
autoridad moral con ejercicio coercitivo, penalizador, represivo.
Una sociedad nuclear que originó, a la postre, cientos de sociedades cuyo
patrón de pensamiento era el mismo rompiendo, de esta forma, el saber profundo,
auténtico, para vaciar de contenido cada vida y alienarla haciéndola esclava de
su propia ignorancia. Enajenamos nuestra existencia mediante la dependencia en
general, mediante la delegación de nuestra responsabilidad y libertad en otras
personas. Cuando entregamos dicha libertad entregamos la dignidad o viceversa y
cuando ello ocurre entonces ya hemos desaparecido, hemos dejado de ser quienes
realmente éramos para ser y hacer lo que terceras partes deciden que seamos. Y
a buen seguro que la sociedad ha ido evolucionando hacia este derrotero en el
que predomina el conocimiento parcial, pobre, estrecho de miras, centrado en un
foco de interés que le llaman especialización pero alejado de la universalidad,
la apertura y de la percepción instantánea no racional (intuición). Una
sociedad que nos dirige hacia posiciones de pensamiento único en cualquiera de
las esferas relacionadas con nuestra existencia. Pensamiento único basado en la
opacidad disfrazada de globalidad, en el seguidismo sectario, en el concepto
rebaño habida cuenta que el control será mayor cuanto menos disidencia exista
basada en el pensamiento crítico (que no quejica absurdo) que pone color al
negro y gris, que pone sombra a la luz y luz a la sombra, que mira cada arista
de la realidad concreta sin abandonar la utopía de transformación. Quien piensa
por sí mismo es un peligro para quien detenta el poder pues se convierte en una
amenaza para la estabilidad del mismo. Por eso es de vital importancia ser una
persona auténtica creciendo con criterio propio, alimentando un pensamiento
basado en lo común sin dejar de considerar la individualidad. Si echamos raíces
sanas nuestros frutos serán sanos, nuestro árbol frondoso. Si bebemos de aguas
puras nuestras raíces crecerán armoniosas, nuestras ramas serán fuertes. Si
pensamos en clave de amor, concordia, alegría, compasión, igualdad,
reciprocidad, justicia entonces alimentamos sentimientos nobles que harán de
esta sociedad un ente colectivo de gente feliz. Si, por el contrario,
alimentamos odio, irracionalidad, visceralidad, desprecio, injusticia,
desigualdad entonces alimentamos el poder oscuro constituyendo un ente de gente
agresiva y, por tanto, violenta en sus formas y en la resolución de sus
conflictos. Y ser feliz no significa, en absoluto, aplicar elementos
correctores a elementos indeseables sino vivir acorde a un sentimiento elevado
y profundo, trascendente.
Cuando el ser humano alimenta en sí valores que lo dignifica está sembrando
dignidad colectiva y está protegiendo, además, la tierra que pisa y el agua que
bebe, viviendo en armonía con los 4 elementos. Cuando alimenta la esperanza lo
hace con el compromiso de transformación mediante la paz entre los pueblos o lo
que es igual la paz individual llevada al grupo. Cuando alimenta el odio en
realidad alimenta la desesperanza a través del miedo como arma potente de
desmovilización de conciencias, de espíritus aletargados, carentes de unión con
la vida. Y el miedo nos vuelve seres esclavos que es la principal baza de quien
detenta el poder alienando nuestro potencial de libertad, alimentando la
ignorancia para que nuestras vidas carezcan de sentido alguno. Por tanto hemos
de saber que somos el pensamiento que alimentamos y esto vale, sin exclusión,
para cualquier situación en la que nuestra estima como individuo siempre va a
estar en jaque.
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