TAL DÍA COMO HOY NOS CAMBIÓ LA VIDA

 


Tal como día como hoy se decretaba el estado de alarma sanitaria derivado de una pandemia letal que conocimos familiarmente como Covid-19. Unos días después, en este mismo espacio, publicaba una entrada https://www.escuelalailusion.es/2020/03/patas-arriba.html donde hacía una reflexión sobre cómo nos podía cambiar la vida dicha situación y si íbamos a ser capaces de aprender algo de todo cuanto estaba aconteciendo, de cómo un microorganismo ponía patas arriba todo nuestro patrón de creencias culturales sobre todo las derivadas del pensamiento neoliberal dominante. Todo el entramado se vino abajo y quienes años atrás propugnaban duras medidas de recortes contra los de abajo (la estafa bancaria de 2007) ahora se apresuraban a pedir ayudas al papá Estado que tanto denostan. Los servicios públicos quedaron esquilmados y, ahora, se vio cuán grande era (y es) la importancia de mantener una sanidad, educación y servicios sociales fuertes, cohesionados, con fondos para la cobertura más allá de la emergencia. Todas las carencias del sistema se vieron a la luz, todas las contradicciones y todo el credo económico lo tumbó un microorganismo de cuya circunstancia, por cierto, buena tajada que han sacado los fabricantes de productos sanitarios como mascarillas, geles hidroalcohólicos y, por encima de todo, las farmacéuticas con sus vacunas. Todo en orden en el nuevo orden surgido de la irrupción de un virus nada sospechoso de ser un aliado de potencias extranjeras o extraterrestres sino de ser la consecuencia de una degradación galopante de un planeta colapsado por su pérdida de biodiversidad. Estamos en emergencia climática pero, a día de hoy, quién se acuerda de ello. Primera lección no aprendida y que volveremos, entonces, a repetir hasta que aprobemos. Ya se encargará la vida de ello.
Mientras tanto, en este país, comenzaron a darse corrientes de solidaridad entre la ciudadanía haciendo fluir la empatía con ayuda material hacia sus semejantes vecinos, la que en algunos casos -y de forma mezquina como en Madrid- las administraciones regional o local se comportaban como aves de rapiña cuyos turbios negocios irán aflorando, cuyas muertes de ancianos se producen por esa política de olvidarte de quienes ya no son útiles a la sociedad porque lo que cuenta es el beneficio empresarial. Aquellas muertes no deben quedar en el olvido para que paguen los responsables pero creo que nada hemos aprendido cuando la gente vota y vota a sus verdugos, a sus miserables representantes que montan bulos, falsas noticias, torpedean las ayudas, a quienes han hecho y hacen mala praxis política con las desgracias ajenas. Segunda lección no aprendida, la de saber quiénes han estado a tu lado y quiénes no, la de seguir siendo un ignorante y cómplice que prefieres delegar tu confianza en tu propio violador valga el símil.
La situación provocó un confinamiento general, situación a la que la gente no estaba acostumbrada y se nos puso a prueba nuestra salud mental. Mucha gente no la ha superado porque, a día de hoy, no te educan para enfrentarte al silencio, incluso a la soledad. No te educan para las situaciones difíciles sino para lo fácil, para vivir con atajos, para la convivencia más estrecha donde -además- se pone a prueba la cohesión interna en los grupos humanos de conocidos, familiares etc. Te han venido educando para el individualismo, el desamor o la relación tóxica, para que vayas a tu bola pero no para la implicación en el bien común. Y de buenas a primeras te encuentras con la gente de tu casa todo el día a la que casi nunca ves, de no saber gestionar tanto tiempo y tanta convivencia que te viene larga y comienzan a saltar luego las costuras de algo que ya estaba roto pero remendado aunque invisible. Hablábamos de volver a la "normalidad" como si ella fuera un paraíso, los contertulios sabelotodo cuñaos del estatus quo predicaban volver a la normalidad, a una nueva normalidad post-covid como si eso fuera algo mágico, deseable. ¿Hemos aprendido algo? Seguimos consumiendo igual que antes, seguimos maltratando el planeta, contaminando y la prueba está a la vista con los resíduos generados con todo el material de mascarillas y demás, consumiendo combustibles fósiles. Los niveles de contaminación volvieron a la antigua normalidad porque, en realidad, esa nostalgia era la que primaba en los "cuñados". Dos años después la vivienda ha subido, el precio de la luz se ha encarecido un 80 por ciento por un sistema especulativo del mercado aunque, eso sí, las eléctricas ganan un dinero indecente y sus directivos un tanto de lo mismo. Dos años después hay una invasión de Rusia a Ucrania y el aceite de girasol desaparece de las estanterías de occidente, el combustible termina de reventar con su tendencia alcista la previsión de mejoría existente (y demostrable) después de lo más duro de la pandemia (y aún estamos en la fase de reconstrucción) pero la UE reacciona tarde porque las familias vulnerables no son la prioridad, claro está. Pero una guerra les ha estallado, también, a quienes han estado protegiendo el sistema de remuneración de las eléctricas, a quienes envían armas a Ucrania mientras siguen comprando gas ruso, petróleo ruso porque lo de la soberanía parece que es más un postureo que una realidad. Europa depende energéticamente, principalmente, del gas y petróleo proveniente de Rusia y su consumo de aceite de girasol de los países en conflicto. Esto es lo que llaman globalización de la economía que a la vista está cuáles son sus beneficios. Ahora, y solo ahora, parece que ya no estamos tan locos quienes propugnamos y defendemos una empresa pública de energía (la hay en Francia, Italia, Suecia, Países Bajos, Alemania o Suiza...) en España pero, claro está, aquí las eléctricas son tan oligopolios, y sus dirigentes oligarcas, como los millonarios rusos, que influyen con sus puertas giratorias en determinadas posiciones del espectro político. Un recibo de la luz que podría abaratarse, desde la EPE, en torno al 25-30% como mínimo haciendo decaer, por tanto, el beneficio indecente a las eléctricas que, por cierto, también hubo un día que alguna fue empresa estatal pero... ¡se vendió a manos privadas! Es el mercado hijoputa...
¿Qué hemos aprendido entonces en estos dos años? Quizá a tener más miedo, a vivir con el susto en el cuerpo como algo inmanente, residente en nuestra memoria celular. Pero no sé si hemos aprendido a ser menos soberbios, engreídos, más humildes, empáticos, solidarios. No sé si hemos aprendido a ser menos ignorantes y saber analizar las cosas, separar la verdad de la mentira pero me da que no mientras programas de televisión basados en el bulo tengan audiencia. Creo que no hemos aprendido una mierda de lección de la vida y eso me da poca esperanza en el género humano para los años que me quedan en este paraíso mal tratado llamado Tierra. Porque sí, este es un auténtico paraíso, el cielo verdadero donde da gusto estar con la gente que amas, que la sientes, con la que vibras. El paraíso donde puedes respirar mar, río, bosque, valle, el paraíso perdido que hemos asesinado lentamente y cuyas consecuencias ya vimos hace dos años y seguiremos padeciendo. Me quedo con mi propio aprendizaje, con mi propio crecimiento personal junto a la gente que quieres, me quedo con el amor a la vida y, por tanto, a todo lo que ello conlleva. Me quedo con poner patas arriba mis propios patrones de conocimiento o sentimiento porque ya decía en la entrada de hace dos años si no te gusta lo que ves ponlo patas arriba porque si no la vida lo hará por ti. Y creo que la vida y yo, ahora, nos vamos llevando bien. Ella me dice ámame que yo te daré abundancia. De qué, no lo sé

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