UNA DECADENTE (Y FRACASADA) CIVILIZACION


 

Si todo comenzó en Egipto, y al decir todo me refiero a nuestra civilización, dónde va a acabar la misma es difícil predecirla pero que está implosionando es una realidad a la vista. El por qué de la decadencia habría que preguntarle a la gente que prefiere mirar hacia otro lado ante la desgracia ajena pero se siente muy víctima cuando le toca a ella misma. Habría que preguntarle a esa parte de la sociedad que se dice a sí misma -y sin rubor- ignorante cuando se le espeta por las causas del hambre y delegar en el rico su propia vida, poniéndola en sus manos y dejándose arrastrar por sus engañosos cantos de sirena. Habría que preguntarle a la gente que promociona el odio como negocio ya sea mediante plataformas de internet, medios digitales o de papel pero, cómo no, también a la gente que consume ese odio y se traga toda esa basura de odio al pobre (aporofobia), al migrante pobre que llega en patera (racismo) o de simple turista tieso pero se traga con papilla las golden visa del rico, odio a la mujer por ser libre e independiente vertiendo constantes bulos e insidias contra colectivos de mujeres feministas siendo, en ocasiones, atacadas por las de su propio género que estúpidamente han comprado el relato del machito patriarcal impotente y acomplejado y considera al pobrecito un ser engañado. Habría que preguntarle a esa gente que permite que la exploten porque piensan, y dicen, que no les queda más remedio poniendo su integridad moral y dignidad bajo mínimos y en manos de su explotador, o a las que creen que sin impuestos iría todo mejor. Habría que preguntarle a las empresas contaminantes como gasísticas, petroleras, eléctricas y, en general, todas aquellas que han propiciado -con sus actividades- la alteración sustancial de la meteorología y de los ritmos o ciclos estacionales pero que se niegan a abandonar esas prácticas y, también, preguntarle a la gente que niegan ese cambio climático aunque les caiga encima 200 litros de agua en hora y media, quizá porque no le haya pillado a un familiar la tromba y se lo haya engullido el agua. Pero, por supuesto, a los gobiernos que permiten que tales estados de cosas se sigan reproduciendo sirviendo como vasallos del gran capital y de sus tomas de decisiones. Habría que preguntarle a la gente que se pone del lado del fuerte en lugar de solidarizarse con el débil de forma cotidiana lo que nos lleva, por tanto, preguntarle por qué siendo pobre, trabajador, delega su vida en la gente que defiende al rico a través del voto en unas elecciones o a la gente de clase obrera que criminaliza a otro de su igual condición por defender sus derechos comprándole el relato a su patrón, o criminaliza al migrante cayendo en la trampa de creer que vienen a quitarle el trabajo, la pensión, la ayuda o la vivienda, cayendo en la trampa de considerar a la persona migrante como una amenaza a la cohesión social. Es de imbéciles votar a tu verdugo y aún más despreocuparte de las consecuencias que ello conlleva después y considerarlo un acto democrático. Y luego esa gente apela a la ignorancia es que yo no sabía cuando saber es querer y poder. Habría que preguntarle a la gente que, aun con cierto nivel intelectual, se traga la bazofia informativa canalizada a través de medios de difusión cuyas caras más visibles son mercenarios de la información, al igual que un médico que te vende el nuevo fármaco en su consulta es un mercenario de la salud.  y amplificada de forma torticera. Habría que preguntarle a esa gente que entiende que con mi dinero público -vía impuestos- tiene derecho a llevar a sus hijos a una educación privada (concertada) para perpetuar el estatus quo de la enseñanza-negocio en detrimento de la enseñanza pública, igualitaria para todo el alumnado y, por tanto, a costa de su calidad y la universalidad. Habría que preguntarle a la gente que primero delega su confianza en los defensores del rico para luego quejarse que le desmantelen, igualmente, la sanidad pública que universaliza el cuidado de la salud, o a quienes defienden la vivienda como un puto negocio especulativo y no como un derecho humano básico. Habría que preguntarle a la gente que se traga la bazofia de odio sobre la migración creyendo que vienen a quitarnos trabajo, ayudas y pensiones cuando los datos son contrarios al discurso fascista, cuando los que nos roban son los fondos de inversión, bancos, financieras y, por supuesto, los ricos que evaden su capital y lo refugia en paraísos fiscales para no tributar aquí. Y en esta rueda de preguntas habría que preguntarle, cómo no, a esos gobiernos que han posibilitado el engendro llamado Israel,  a costa de la muerte m asiva y que, probablemente, esté superando la cifra de víctimas en diez veces las dadas oficialmente porque el cálculo ya es imposible, comprando y vendiendo armas, negociando con un estado de terror que perpetra un genocidio del calibre del holocausto nazi, o por qué cínicamente quieren reconocer un Estado palestino cuando ya no queda más que escombros cuando-además- Palestina ya era un territorio identificable en el mapa donde coexistían árabes y hebreos sin más bajo el protectorado inglés (lean historia). Y aquí sí que, al menos, no habría que preguntarle a una parte de la población que ha roto el silencio y el cerco mediático protector de los crímenes, del genocidio en Gaza y de la anexión de Cisjordania, o sea de la desaparición de cualquier rastro de la Palestina bíblica, que ha dado ejemplo de solidaridad y compromiso, de humanidad jugándose -incluso- la vida con una misión internacional humanitaria. Habría que preguntarle a los hipócritas que manejan doble vara de medir o doble rasero para circunstancias donde los contendientes son ejércitos como el ejemplo de Rusia y Ucrania. En definitiva habría que hacerle muchas preguntas a la gente que se dice ignorante pero que, a lo peor, estaría en el rango de la estupidez y la imbecilidad convirtiendo su vida en una permanente delegación de voluntad hacia otras personas o instituciones, hincando sus rodillas y claudicando en su dignidad, mirando hacia el suelo en lugar de mirar al frente, hacia los ojos de quien tienen enfrente, convirtiendo su vida en un acto irreflexivo permanente, en objeto de consumo, traicionando a tu propia clase, en un encefalograma plano y cuando esto está ocurriendo, aunque creas que tienes estudios, es porque la muerte (moral, ética) está muy cercana. La muerte de una civilización que nació brillante pero que morirá ahogada por el progreso en forma de océano de plástico y torres de ladrillo criminalizando la protesta contra todo lo que nos degrada como seres humanos. La muerte por la deshumanización de la vida

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